La vida cristiana se sostiene sobre tres pilares que son el inicio, el fundamento, el crecimiento y la plenitud de la vida del discípulo de Cristo. Sin estos pilares nuestra vida cristina será vulnerable ante las dificultades, será mediocre y espiritualmente débil, inestable en la fe y sometida a los vaivenes de un mundo cada vez más alejado de los valores del Evangelio. Apoyándose siempre en las Sagradas Escrituras, en los Sacramentos y en la comunidad, el cristiano se alzará siempre vencedor hasta alcanzar la victoria final con Cristo.